
Tabarca, descubriéndola de punta a punta
Frente al cabo de Santa Pola a veintidós kilómetros de Alicante descansa la única isla habitada de la Comunidad Valenciana. Tabarca, Nueva Tabarca o Isla Plana, ¡llámala como quieras! sus casi dos kilómetros de largo y medio de ancho esconden una gran riqueza histórica, gastronómica y (por supuesto) natural.
Historia, monumentos, y riqueza natural de Tabarca
Y es que la isla de Tabarca a pesar su pequeño tamaño, es todo un bellezón. No es de extrañar que hace siglos los piratas berberiscos la tomaran como lugar estratégico. Desde aquí tenían bien cerca la costa para poder invadir el campo de alicante.
Desde el puerto de Santa Pola parten diariamente varias embarcaciones, y en tan solo 15 minutos llegarás a ese pequeño archipiélago formado por la isla de Tabarca, tres islotes (La Cantera, la Galera y la Nao) y varios escollos que sobresalen del mar. Declarado en 1986 Reserva Marina del Mediterráneo por su gran riqueza marina y su perfecta conservación de las praderas de posidonia.
Su encanto, ya apreciable desde el mar, va «in crescendo» según te acercas al puerto. Una vez puesto un pie en el embarcadero ¡No hay vuelta atrás! ya estas hechizado. Ante tus ojos se presenta una isla peculiar de contrastes, aguas cristalinas y viejos edificios con el embrujo de esos pueblos que ven la vida pasar, pero la vida no pasa por ellos.
Abandonamos el pequeño port de Tabarca, en post de verificar que de cerca es mejor. La Plana se divide claramente en dos paisajes separados por una hilera de establecimientos de restauración con vistas al mar (imposible no hacerlo dado su tamaño) que luchan por captar comensales y contra el viento que sopla a barlovento. Dejamos el piscolabis para después.
A mano izquierda se extiende un espinar alicantino que cubre la mitad de la isla. Recorrer sus caminos nos lleva a la Torre de San José construida en 1790, actual almacén del Instituto de ecología litoral pero cuya historia le dio un claro uso militar, antiguo cuartel de la guardia civil y mazmorra en las guerras carlistas.
El sendero nos lleva a disfrutar de sus numerosas calas de cantos rodados con carteles que nos informan de la importancia natural de la isla. Al fondo, el faro de Tabarca lleva disfrutando de las vistas al mediterráneo desde 1854, hoy alberga un laboratorio biológico al servicio de la Reserva Marina.
Dejamos este paisaje para visitar el otro lado de la isla. El pueblo de San Pedro y San Pablo, alberga un conjunto Histórico- Artístico y Bien de interés cultural. Su historia se remonta al rescate de 69 familias genovesas por Carlos III instalados en Tabarka, lugar de origen del cual toma su nombre actual. Su finalidad era la de proteger la isla de invasores y mantener la pesca como actividad principal.
Hoy sus calles alineadas, de puertas de colores y paredes blancas, siguen protegidas por la muralla de Tabarca de piedra de sillería. Bajo la atenta mirada de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, dos de sus grandes atractivos y muestra de su riqueza patrimonial.
No obstante, y a pesar de todo, la isla también nos enseña su lado menos amable. Bajo la puerta de San Miguel (una de las 3 puertas de la muralla), aparecen botellas, latas y basura. Esto enseña la cara B de una Reserva Natural y Marina. Lugar que debería estar exento de las malas artes de turistas y habitantes.
Y así con belleza y humanidad preguntándome si lograremos un mundo sin plásticos, acabo el día tomando una cerveza con vistas al mar mediterráneo, pensando en los piratas que amarraban sus embarcaciones en suelo Tabarquino y quizás (solo quizás) hayan dejado algún tesoro escondido en algún lugar de la isla, aun por descubrir.

